La auto-apendoctomía de Rogozov

Informa: Mariana Presa

Imagen del joven doctor Leonid Rogozov.


"No pude dormir en toda la noche. ¡Me duele como el demonio! Una tormenta de nieve azota mi alma, gimiendo como 100 chacales. Todavía no hay síntomas evidentes de perforación, pero una sensación opresiva de presagio pende sobre mí... eso es todo... tengo que pensar en la única salida posible, operarne a mí mismo... Es casi imposible... pero no puedo simplemente cruzarme de brazos y darme por vencido".

Esto es lo que escribió Leonid Rogozov en abril de 1961 en su diario, durante la sexta expedición rusa a la Antártica, en la que se empezó a sentir cansado, débil y con un fuerte dolor en el costado. Siendo un médico cirujano, se autodiagnosticó con una apendicitis aguda. También sabía que en cualquier momento su apéndice podría haber explotado y acabado con su vida.

Eran tan sólo doce personas en el equipo que fue enviado a un desierto polar en Oasis Schirmacher a construir una base, y Rogozov era el único médico. Tras asentar el campo de Novolazarevskaya a mediados de febrero, el equipo quedo a la espera del barco que los llevaría de regreso a su hogar. Lamentablemente, el transporte no regresaría hasta un año después por la nieve.

La estación en Oasis Schirmacher.

Decidido a vivir, Rogozov, de tan sólo vientisiete años, ideó un plan para llevar a cabo la cirugía. Les encargó a dos compañeros tareas simples como sostener el espejo y alumbrar, mientras él hacía lo principal. También les dijo a sus compañeros que, en caso de que se desmayara durante la operación, le inyectaran adrenalina y le practicaran respiración artificial.

Rogozov aplicó anestesia local solamente a su pared abdominal, ya que tenía que estar conciente durante la operación. Descartó el uso del espejo porque le parecía un obstáculo. Así fue como en su diaro escribió: "¡Mis pobres asistentes! En el último minuto los miré. Estaban ahí vestidos con las batas blancas quirúrgicas, pero más blancos que ellas", escribió Rogozov después. También tenía miedo. Pero cuando cogí la aguja con la novocaína y me puse la primera inyección, de alguna manera entré en modo de cirugía, y desde ese momento no me di cuenta de nada más”.

La cirugía duró dos largas horas, en las cuales Rogozov admitió estar al borde de perder el conocimiento. Al final, les dijo a sus colegas cómo lavar los aparatos quirúrgicos, y una vez eso terminado, se tomó los antibióticos y descansó. Regresó a su trabajo dos semanas después.

Casos como el de Leonid Rogozov son pocos, pero no únicos. En 1999, Jerri Nielsen hizo su propia biopsia de cáncer de mama mientras estaba en la Antártica. Fue guiada por un equipo médico mediante cámaras. En el 2000, una mexicana se hizo una autocesárea exitosa sin haber tenido algún tipo de instrucción médica.

 
La única imagen de la auto-apendoctomía.


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